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martes, 29 de junio de 2010

LA VIDA EN LA COLONIA DE MADRID EN LA CALLE PARADISEA O ALBARRACÍN II

Pero antes de entrar a la colonia hemos dejado atrás el Bar de los Hermanos. Ese bar fue en los años de que hablamos el Bar Navío. El Bar Navío estaba a unos metros de La Ochava y lo regentaba una familia de Molina de Aragón (Guadalajara) que tenía dos hijos; uno era Felipe Navío y el otro Emilio Navío. Felipe Navío era de mi edad y estábamos en la misma clase. Era un chaval de buen carácter y serio. Solíamos hablar de todo un poco y mucho sobre su pueblo. Lo recuerdo como un buen amigo. El Bar Navío se mantenía mucho a base de servir comidas para los obreros de la FEMSA y otros trabajadores de la zona. Era un bar de barrio que hasta incluso celebraba bailes con acordeón los domingos. También fue el primer bar del barrio que puso una máquina de petacos que no dejaba de funcionar. El modelo era bastante primitivo y se basaba en colocar bolas en cañones, pero aquella máquina era un vicio entre los chavales de la calle Paradisea /Alabarracín. Poco a poco el Bar Navío iba desplazando a La Ochava en importancia. En el bar se podía ver a mucha gente que antes frecuentaba La Ochava. Curiosamente Felipe Navío es hoy protagonista en la prensa debido al accidente del avión de Spanair http://www.aecaweb.com/publico/palabras_presidente.htm. La vida da muchas vueltas y sorpresas.

La FEMSA (Fábrica Española de Magnetos Sociedad Anónima) era la fábrica que dominaba la vida del barrio. La misma calle Paradisea/Albarracín acababa dando de bruces contra su entrada principal. Sus instalaciones ocupaban una superficie enorme y, por la parte de atrás de la FEMSA, comenzaba la fábrica de Vespa. Cuando sonaba la sirena a ciertas horas aquel sonido penetraba por todos los oídos del barrio de una forma atronadora. Cuando la sirena tocaba para salir la calle Paradisea, se llenaba de cientos de monos blancos que iban a bares y comedores de la fábrica, uno de ellos allí mismo cerca de la salida. Otros obreros preferían el plato del día del Bar Navío o La Ochava. En la FEMSA trabajaba nuestro vecino de puerta de enfrente Álvaro Herradón Saavedra. Su hijo era Alvarito y era de mi edad. Esta familia eran de Cenicientos, el último pueblo de Madrid en dirección a Ávila. El Alvarito hablaba un madrileño profundo de pueblo. Recuerdo que decía “sus vamos” en lugar de “os vamos” y una “s” oclusiva que entonces denotaba ser pueblerino o paleto. Cuando le pregunté por primera vez de dónde era me respondió: ─Soy de Cenicientos, el último pueblo de Madrid,─ y yo me imaginaba un pueblo muy remoto. La familia Herradón desapareció del barrio hacia el año 59. Se fueron a vivir al Barrio La Elipa. La FEMSA tenía las instalaciones deportivas de jockey sobre patines más modernas de España y allí en aquella pista se celebraban los campeonatos de España por el verano hasta altas horas de la noche. Por allí pasaban equipos como el Sniace de Torrelavega, el Getafe, el Langreo el FEMS, el Hospitalet y otros muchos que ya no recuerdo. Cuando esto ocurría casi toda la colonia y el barrio acudían, incluidos nuestros padres y entonces nos dejaban jugar hasta muy tarde. Recuerdo aquellos campeonatos como fiestas deportivas con una iluminación potente y las gradas a rebosar de gente. El jockey sobre patines era el juego preferido de los chavales de la Colonia y entonces hacíamos unos palos de cualquier cosa y con una pelota de goma o papel hecho bola o de madera, hacíamos nuestros propios campeonatos sobre la tierra seca de la calle principal de la Colonia. El jockey fue nuestra pasión por varios años en aquel barrio.

Pero en las instalaciones deportivas de FEMSA se celebraban también campeonatos de España de salto de altura, de salto de longitud, de lucha libre, de lanzamiento de peso, de jabalina, de carreras en todas sus modalidades. Eran unos juegos olímpicos a nivel nacional que hacían las tardes del verano todo un espectáculo lleno de gente de toda España. Nosotros, los chavales, luego hacíamos nuestros campeonatos de todo ello en los patios de la Colonia y nos pasaban las vacaciones plenas de actividad deportiva. Nunca recuerdo estar aburrido en esos años. Disponíamos de montones de juegos de grupo para invierno y verano donde participábamos decenas de amigos. En invierno con la humedad del suelo jugábamos al inque y al robaterrenos. Disponíamos entonces de un pincho o un destornillador que había que clavar en el suelo y avanzar o robar terreno al contrincante hasta dejarle sin nada. Luego estaban las bolas. Jugábamos al guá y al triángulo con bolas de piedra y de cristal. Cada chaval tenía su reserva de bolas que guardaba en una bolsa pequeña de trapo a medida que ganaba o se vaciaba a medida que perdía. Que decir del juego de los toros, que era jugar a saltar compañeros doblados en forma de burro y hacer como una corrida de toros donde íbamos dando los piques y repiques, corte de orejas y de rabo y luego a matar dándole un culazo que obligaba tirarlo al suelo para ganar. Y luego el rescate, o policías o ladrones; o el escondite o las guerras con pistolas de agua; o las guerras contra el barrio del Negro a base de palos y pértigas que se convertían en auténticas batallas campales con heridos hasta que los mayores intervenían y lo paraban. El barrio del Negro era un barrio cerca de unos basureros inmensos en dirección sur, donde vivían gitanos y gente de chabolas. Los muy malandrines nos declaraban la guerra y entonces todos los chavales de la Colonia nos organizábamos como un ejército con palos y piedras y tirachinas y nos colocábamos en nuestros refugios vallados, ya que la Colonia gozaba de una valla de cierre de propiedad y desde tal posición lográbamos dominar al enemigo que no era capaz de entrar. El Negro era curiosamente un líder hipotético que supuestamente dominaba aquella banda cuyos miembros eran la mitad gitanos. Quizás fue alguien que perteneció a la generación anterior de chavales y su mito había pasado a nosotros. Fuese lo que fuese El Negro estaba vivo en aquella banda invasora que nunca logró dominarnos.

También organizábamos circos. Hubo una época que con la influencia de películas de circo y algún circo que venía a la explanada de La Cruz de los Caídos, ya en Pueblo Nuevo; pues entonces nosotros organizábamos sesiones de circo en los patios de atrás de la Colonia. Los amigos de Rubén, algo más mayores, organizaron el Circo Felipe en el patio primero de los de la parte de atrás. Su lema era: el Circo Felipe que da la gripe. Entonces la competencia éramos nosotros, los de nuestra edad, que nos llamamos el Circo Panchurri y lo hacíamos en el segundo patio de la parte de atrás. Organizábamos los números a desarrollar, nos vestíamos de payasos, avivábamos el ingenio para sacar adelante nuestro circo con mayor número de asistentes que el circo Felipe. Aquello duró un tiempo hasta que la fiebre se agotó. Pero de una fiebre pasábamos a otra y así íbamos creciendo. Lo último que hicimos un año antes de volver a Asturias fue el mural. La idea del mural surgió de Fernando Jiménez o Fernando el de la Familia, como así lo llamábamos. Fernando era el mayor de una familia de siete hermanos que vivían en el portal B, 2ª derecha. Recuerdo entre los hermanos a: Enrique, Carlos y las hermanas gemelas. Había otra hermana más, más pequeña que las gemelas. El padre trabajaba de cocinero en la base de Torrejón y la madre era una señora de carácter afable. Supimos con el tiempo que Fernando Jiménez era protestante y entonces se hacían cábalas sobre la Biblia que leía y la forma de ser de los protestantes. En el Colegio Mater Dei Fernando las había pasado canutas con el director falangista Don Rafael de Uña Mata. Cuando supo que era protestante comenzó una persecución contra él que motivó una serie de reuniones serias en el despacho de Don Rafael con el padre y donde sabíamos que se discutía seriamente sobre expulsión y cosas serias. Creo que luego se fue a otro colegio, pero Fernando era un chaval de excelente carácter y de una integridad moral envidiable. Además tenía ideas buenas con nosotros y las llevaba a cabo. Una de ellas era la del mural.

El mural era una especie de corcho grande que colocábamos a la entrada de la Colonia con noticias culturales y fotos deportivas o cuentos cortos que alguien escribía o dibujos que se exponían o ideas o humor o mil cosas que colocábamos con ganas en el corcho. Cada semana teníamos que cambiar el forro de cartulina del corcho con un color diferente y temas diferentes. Luego lo colgábamos del árbol de entrada con una caja-hucha de madera donde los vecinos echaban alguna moneda si les gustaba lo que leían o veían. El mural acaparaba un tiempo de ocio importante después del colegio y de hacer los deberes, pero era algo que hacíamos con gusto. Aún así el mural sufría críticas y mofa por parte de algunos. Incluso alguna vez aparecía rayado o despegado. Pero la idea se impuso y fue aceptada por los vecinos durante el tiempo que duró ya que todo tiene su fin y agotamiento. Así que cuando decidimos que el mural había cumplido su objetivo sumamos la cantidad de dinero acumulada y con ello organizamos una tarde de cine con bocadillo de butifarra para cada uno incluido. La película era Los Diez Mandamientos y el cine el Cine Las Vegas (hoy día reconvertido en bingo, creo). Era una tarde de mayo que siempre recordaré no sólo por la película de larga duración y el tema, sino porque unos diez chavales fuimos al cine con dinero ganado a pulso, con un buen bocata para comer en el descanso y luego comentar la película al salir. Era la última etapa de mi infancia en Madrid y todo estaba cambiando.

(seguiré)

Vital de Andrés

7 comentarios:

  1. Yo soy Enrique, el hermano mediano de "La Familia". De todo eso que cuentas me acuerdo. En "El Circo Felipe, que da la gripe", tu hermano Rubén hacía, además de otros menesteres, de rapsoda, recitando poesías que, segûn quiero recordar, él mismo escribía.
    Mis herman@s eran (y siguen siendo) M.Carmen, la mayor, Fernando, las mellizas Angelines y Pilar, María Jesús y Rafael(no Carlos). El episodio del cine al que fuímos tod@s l@s chaval@s también lo recuerdo, aunque creo que no fué Los Diez Mandamientos, sino El Temible Burlón, pero me puede fallar la memoria.

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    1. Cómo me alegro que hayáis llegado a este relato. Mi hermano Rubén y yo os recordamos siempre. Me acuerdo de todos vosotros y, efectivamente el último hermano era Rafa, con quien jugaba al balón en ese primer patio mítico. Qué bien que estéis todos ahí. Un abrazo muy fuerte a todos. Vuestro hermano Fernando era un gran chaval y tenía ideas muy creativas con los chavales del barrio. Espero saber más de vosotros.

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    2. La peli era Los Diez Mandamientos, pero quizás esté equivocado. Mi hermano también asegura que era Los Diez... ¿Qué nos apostamos? (broma)...

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  2. Hola atod@s. Que estéis leyendo estos comentarios,.Soy una de las mellizas de la familia Jiménez . Pilar es mi nombre , recuerdos de la colonia , muy buenos, de vez en cuando junto a

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    1. Me acuerdo de vosotras. Mi memoria no me falla. Logro visualizar hasta los mínimos detalles. Gracias por contestar. No había visitado esta página hacía mucho tiempo.

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  3. No te acuerdas del señor Antonio y su perra Mora, negra y muy grande, que fue el guarda anterior a Rufino?

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    1. Ahora que lo dices sí me acuerdo del guarda señor Antonio, ya mayor y algo grande de tamaño. También el perro. Fue al principio, en el primer años de la Colonia. Júntate al grupo de wasap!

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