La escena podía ser de cine si no fuese por la sed a rabiar que padecíamos y el calor de horno que nos abrasaba. Entre dos dromedarios y sentados ante un beduino bereber en una manta entre las arenas de las dunas saharianas, estábamos Ana y yo después de una salida en dromedarios guiados por Barak, uno de los guías bereberes que ponen turbantes y chilabas a lo tuareg, pero que no son tuareg, sino bereberes. Y los bereberes, ojo, no son árabes. En Marruecos esa diferencia es importante. Vienen a ser 50% unos y otros-Pues como iba diciendo, después de una salida de unos kilómetros dunas adentro por la puerta del desierto del Sahara; concretamente en el Erg Chebbi y a 40 kilómetros de Berzouga ya rayando la frontera con Argelia y habiendo viajado en un cuatro-ejes Toyota desierto adentro sin más señalización que las rodadas de jeeps y dando bandazos en ocasiones patinando en la arena o también parando para ver las tiendas de los nómadas del desierto o también conocidos como los beduinos o Bedu; y al parar para entrar en una de las tiendas nos dimos cuenta que en realidad eran dos tiendas algo separadas: una era una tienda grande y dividida en dos espacios y unas esteras para dormir. En una parte dormían las mujeres (dos chicas y la madre) y en otra los hombres (un chico y el padre). En la otra tienda estaba la cocina con víveres y harina, y afuera estaba el horno para cocer el pan. El conductor del Toyota que se hacía llamar Bulman (pero moro, moro con turbante), nos presentó a los chiquillos, les hicimos una foto y les dimos unas monedas. Biduí, nuestro chófer oficial, había quedado en Berzouga: no sin antes darnos instrucciones: “Cerrad siempre las maletas y no las descuidéis. Coged mi teléfono. Ahora haced la prueba a ver si suena. Bien, suena, OK. Bulman se encargará de vosotros. Todo listo. Hasta mañana.” Y así fue como llegamos al campamento beduino Neizah para pasar la noche y disfrutar de una cena supuestamente tuareg, pero que no eran tuareg. Nada más llegar nos pusieron en una jaima o tienda con un par de camastros y al poco rato apareció un muchacho avisándonos que había un par de dromedarios esperándonos para hacer un recorrido y ver la puesta de sol del desierto, un espectáculo de belleza sublime, por lo que habíamos oído. El asunto de los camellos salía por 200 dirhams cada uno (unos 20 euros). Ana tenía miedo así de repente en montar un animal de aquellos, pero yo la animé y al momento estábamos ya montados no sin cierta dificultad, Entonces empezó la caminata y es curioso ir metiéndose uno por las dunas de un desierto real con arena fina roja y un calor descomunal. A los 200 metros yo ya tenía una sed de rabiar y no llevábamos agua alguna. Tampoco el bedú que nos guiaba, o sea, Barak (yo llamo Barak, dice él). Después de unos kilómetros llegamos al punto de observación de tal vista de puesta de sol. Pero para ello había que subir una duna de unos 100 metros de altura. Subir una duna descalzo hundiéndose los pies hasta el tobillo y con aquel calor espatarrante y, considerando que yo tengo una rodilla con problemas de menisco (me lo decía un día el traumatólogo: casi mejor que te operes y así evitas tener un percance. Imagínate que estés en cualquier lugar inhóspito de Marruecos y te parte el menisco, pues te queda la pierna trabada como una tenaza y menudo problema se te presenta. Pues efectivamente allí estaba en el último rincón del mundo en Marruecos haciendo lo que no debía de hacer para cumplir la profecía del doctor Urbón), y Ana con problemas de vértigo. Pues aquello no se presentaba nada bien. Fuimos subiendo y yo con la pata de alambre. Subimos más y allá arriba había otro grupo de franceses que habían subido por otro sitio y con otro guía. Pero a los 50 metros yo me sentía desfallecer y no podía casi respirar. La sed era terrible. Ana empezó a sentir vértigo y se quedó sentada en la arista de la duna. Las dunas tienen aristas finas. Los tebeos no nos mentían cuando dibujaban las dunas tan de aristas finas y marcadas en ángulo. Son así. Barak, que no llevaba agua en aquel macuto, sino otra cosa, pues intentaba coger a Ana para que subiera y Ana que nones y yo subí un poco más y me quede sentado en la misma arista pero más arriba. Barak ya estaba arriba y empezó a hablar con el otro guía en jamalajá. Yo jadeaba como un perro rabioso con la boca seca y hacía aspavientos para respirar. Pensaba en la rodilla. Pensaba que con aquel esfuerzo la rodilla podía rajar y cumplirse la maldita profecía del traumatólogo Urbón. ¡Joder! ¡Cago’n la puta! ¡Qué mierda ye esta! Ana abajo tratando de superar el vértigo y yo allí encaramado con la entrepierna enquistada en la arista de arena. Poco a poco el sol se fue poniendo y el desierto fue cambiando de color. El sol se fue ocultando y todo se convirtió en un sosiego de silencio enrojecido. Allá no muy lejos se extendían las montañas limítrofes con Argelia y al fondo era el inmenso desierto. Ana fue poco a poco acercándose a mí a gatas por la arista y cuando acabó la escena Barak nos dijo: --¿Sabéis que es trineo bereber?” –No--. Pues trineo bereber es esto—y así nos colocó la manta sobre la arena en posición de bajada y nos dijo que nos sentáramos. Ana temblaba ya que la bajada tenía bastante pendiente. Yo me di cuenta que la arena hacía de freno y que no había peligro alguno y que era la mejor manera de bajar. Así que los dos bajamos en el “trineo bereber” y fuimos en dirección de los dos dromedarios que estaban apaciblemente sentados esperando. Ya era hora. La sed nos consumía y sólo era cuestión de subir a los dromedarios y volver al campamento. Pero Barak nos dijo que nos sentáramos en la estera. ¿Qué querrá este bedú de cara color café y bigote a lo Saddam Hussein? Nos sentamos y él se quitó el zurrón. Seguro que ahora nos dará agua, pensaba yo, pero no fue así. Del zurrón sacó unas piedras envueltas en unas hojas de papel que habían pertenecido a un libro de aprender español para chiquillos de escuela. Las piedras eran supuestos fósiles
.—Yo ir donde frontera casi Argelia y coger estos fósiles. A mí costar mucho ir a por piedras, pero yo dároslas a buen precio. Mirad esta tiene animal dentro, y esta va con esta. Yo todo por 200 dirhams todo vosotros. Yo daros buen precio—(Otra encerrona de venta. Todo guía te reserva una encerrona de algún tipo. Hasta ahora habíamos tenido suerte con los guías y Beduí era profesional; pero una encerrona cuando ya se estaba haciendo noche cerrada y cuando la sed ya nos llevaba al paroxismo, viene Barak y nos hace la encerrona) –Yo no tener porque traeros aquí porque jefe mío quiere, pero yo quiero dar algo vosotros a cambio de oeuros. Los oeuros son buenos para nosotros
—Barak, no tenemos euros, todo el dinero que tenemos es en dirhams—dije yo.
--Entonces esto y esto (era un huevo de piedra tallado y un molde sin forma) por 150 dirhams—dijo el beduino. (joder, este tío era un chantajista sin escrúpulos. Ya antes cuando íbamos en los camellos nos preguntaba si veníamos solos. Ana dijo que sí pero yo pronto rectifiqué diciendo que no que el grupo nos esperaba más tarde. Ah! Sí, decía él. ¿Y tenéis hijos? ¿Te gusta tu trabajo Barak? Le distraje yo- No, no gustar pero si yo ir ciudad no puedo haser nada. Yo tengo el desierto y se vivir en él).
--Barak, solo te voy a dar 50 dirhams por esto y tu vas a ganar mucho todavía. 150 es mucho y Vital que siempre dice la verdad y sabe lo que valen esas piedras te da 50 y nos vamos.—Lo dije mirándole fijamente entre aquellos dromedarios y en medio del puto desierto. Qué coño hacíamos allí.
--No, no hay prisa. 50 dirhams duele a Barak que prepara piedras para vosotros. 150 dirhams buno precio y yo quedar contento por podero daros bunas piedras.
--Y yo digo y pongo a Alá por encima de nosotros que estas piedras no valen 150 y que la dignidad de Vital está muy dolida porque tu vendes precio muy alto y con 50 precio bueno.
--No precio buno. 100. Te dejo el huevo a 100 y Barak quedar contento. Pero mejor oeuros porque oeuros son bunos y vosotros los dirhams no valen nada y es desprecio.
--Razonas bien Barak, pero no tenemos euros y Vital solo te da 50 dirhams y yo de aquí no me muevo porque es el precio bueno para los dos. (siempre mirándole fijamente). Vital está muy dolido porque tu querer engañarnos y tu sabes que 50 buen precio y no tengo ninguna prisa, como si estamos aquí toda la noche. 50 es definitivo y Alá está entre los dos.
Se quedó mirándome y dijo:--Sí tiempo no importa, (ojos en blanco o mirando a un dromedario) Bueno, de acuerdo, pero solo huevo por 50.
--De acuerdo—dije yo y nos dimos las manos. (hijo de puta, chantajista de mierda. El mismo fósil no valía ni 10 dirhams en una tienda de Merzouga.)
Así que volvimos al campamento casi desmayados y desfallecidos. Bebimos litros de agua. Comimos la ordinaria cena beduina y la noche fue una noche de calor asfixiante en aquella jaima. Hay más que describir pero lo haré luego.
Hoy hemos llegado a Quarzazate a unos 200 kms al sudeste de Marraketch.
Un saludo,
Vital
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