Vimos la antigua sinagoga de Marrakech y fuimos sacando fotos como japoneses tikitaka, tiki, taka. El rabino que era un hombre mayor salió de sus aposentos, puso una especie de bonete religioso que le cubría toda la cabeza y nos recibió hablando un francés bastante ininteligible. Parecía un viejete un poco maníaco y del francés pasó al árabe marroquí y sostuvo un tira y afloja con el “guía” que era un hombre también bastante viejo y cuya dentadura era un suplicio ver y contemplar. Más que dentadura parecía un amasijo de cosas retorcidas que le deformaban la boca y cuando hablaba mil perdigones de dispersaban en mal francés mezclado con el árabe jamalajá bereber. El rabino tenía el pelo blanco y parecía algo albino. Se acercaba a mí y me decía que la reina Isabela los había echado de España hacía muchos años y que la Inquisición y yo le respondía que ya sabía todo lo referente al tema. Quise decirle que algunas familias judías residentes en Marruecos habían retornado a España en la época liberal del siglo XIX, pero no me entendía o no escuchaba y efectivamente no hacía mucho esfuerzo por escuchar, porque seguía con Isabela y la Inquisición y yo pensaba que ya era muy mayor y tampoco mi francés era muy fluido como para mantener una conversación tranquila e inteligente. Mientras tanto íbamos viendo fotos en las paredes de la antigua comunidad judía, de sus rabinos más afamados; de textos en hebreo y todo aquello era un testimonio histórico de una comunidad que logró sobrevivir y prosperar aun a pesar de todas las vicisitudes y contrariedades que supuso la Diáspora marroquí.
La sinagoga era más bien pequeña pero su disposición y decoración la hacía ser un espacio hogareño y confortable. Una chica morena que parecía la sirvienta o nieta del rabino nos miraba con ojos inquitantes. Era una chica de unos veintitantos años y no dejaba de mirarnos como diciendo y ¿quiénes sois? Una vez salimos de la sinagoga había un patio todo él cubierto de cortinajes a rayas blancos y azules y el patio tenía puertas que daban a los aposentos o vivienda del rabino. Sabíamos que nuestra visita era un favor personal de Bidui y que la sinagoga más antigua de Marruecos no era visita turística ni mucho menos y que de hecho no figura en las guías turísticas para respetar la discreción que requiere una comunidad judía ya menguada después de la emigración a Israel de la mayoría de sus miembros después de la guerra de los Seis Días. Hubo algún que otro ataque por parte de alguna turba musulmana azuzada por algún exaltado hijo de Alá, pero por lo general la monarquía Alahui y sus reyes siempre se mostraron favorables a la protección de los judíos. Es sabido que en el último ataque integrista contra la sinagoga de Casablanca (por suerte sin víctimas) el mismo rey Mohamed VI convocó una manifestación en apoyo de la comunidad judía recordando que en Marruecos los judíos eran ciudadanos de pleno derecho y una contribución positiva a la historia del país.
Dimos una buena donación al rabino, luego otra propina generosa al “guía” del amasijo dental y recorriendo las tortuosas calles de la mesha o antiguo barrio judío volvimos a la entrada al cementerio israelita donde nos esperaba Bedui. Anteriormente ya habíamos visitado el cementerio y habíamos visto las cientos de tumbas muchas de ellas sin nombre por haberse perdido la memoria de sus dueños. Pero muchas llevaban epitafios en hebreo o en francés que no en español, y sobresalían los panteones de los rabinos más santos y afamados. Entramos en alguno y el otro guía del cementerio, una persona algo más joven pero aun más esforzada por ganarse una buena propina, pues nos puso unas velas para que el rabino correspondiente ejerciera una buena influencia en nuestras vidas. Desconocía esta práctica de las velas en las tumbas rabínicas, algo parecido a la invocación católica a los santos, pero así era a pesar de que en el judaísmo más ortodoxo o conservador niega toda intervención entre D-ós (escrito así para guardar respeto a su desconocido nombre), y el hombre, pero hay practicas populares que nunca mueren. Ni que decir tiene que hubo que darle una buena propina al guardián y después de la buena propina nos dijo ¿y las velas?. Así que 50 dirhams más por las velas. Curiosos cementerio donde aparecen ilustres apellidos judíos como Dayán, Danon (de Danone), Molina, Meir o Mier, etc. Bedui luego nos llevó al hotel no sin antes despedirse de sus correligionarios con besos y abrazos.
Curiosa visita que llevo muy metida en la mente.
Un saludo,
Vital
No hay comentarios:
Publicar un comentario