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domingo, 20 de marzo de 2011

AYER PASEÉ POR NOLAN (4) La Carbonera.


Después de un par de minutos de caminar llegué al solar donde de pequeño solíamos columpiarnos sobre unos postes de luz que estaban allí almacenados, pero por aquel entonces los chiquillos teníamos mucha más libertad a la hora de jugar y entonces aquel columpiado tan peligroso por el riesgo que conllevaba debido a la altura y el giro de los postes sobre sí mismos, no impedían para nada las caídas difíciles, pero sin más daño que algún chinchón o de vez en cuando alguna torcedura que luego curaba alguna curandera. El solar seguía allí aunque ahora estaba convertido en una plazoleta decentemente asfaltada. Tampoco estaba la elevación formada por material de escombrera donde iba asentada una vía estrecha por la que circulaban trenes pequeños con vagonetas metálicas en forma de “V”que parecían de juguete tirados por una máquina eléctrica con trole y que en conjunto recibía el nombre de “el trole”. El recorrido era un ir y venir desde el pozo La Modesta y sus hornos de cok, hasta El Fondón y viceversa. Aquella elevación con su vía y la circulación de trenucos hacían de muro infranqueable que no solo nos separaba del barrio de La Casería Nueva, sino que también cerraba el solar formando algo así como un patio en forma de media luna y al que iban a dar las partes trasera blanquecinas y sucias de unas casas de viviendas con unos patios traseros construidos de forma anárquica y apretujada; y, una panadería, que todavía distribuía el pan con carros empujados por mulos o machos. Podía recordar el olor a pan recién cocido en los hornos y las cortezas que quedaban en los carros. Había algo más en una de aquellas casas que metía ruido y un día mirando con ojos de niño por una rendija vi algo así como una máquina que subía y bajaba de forma lenta o quizás algún aparato que me produjo miedo. Me acuerdo también que a la entrada del solar y haciendo ángulo con la calle La Carbonera había una casa con bajo y una planta color crema entremezclado con un gris añejo de suciedad acumulada durante años de abandono, era Casa Antona. Casa Antona era un comercio de ultramarinos que hacía esquina, pero no era el comercio donde solíamos gastar mi familia. Mi madre nos mandaba a mi hermano Jacob y a mí a comprar alguna cosa de vez en cuando a Casa Antona y yo me acordaba todavía de la señora algo rubia, con gafas y un mandilón oscuro de tela brillante que solían utilizar las tenderas de la zona. La casa ahora estaba cerrada a cal y canto y con las ventanas cegadas con cemento. La panadería era ahora una sidrería-parrilla y el paraje en realidad seguía evocando las mismas cosas de antaño porque en realidad nada había cambiado de forma llamativa en el barrio como pude comprobar. Seguía todo muy parecido a 55 años atrás con las salvedades del paso imperioso del tiempo y sus ineludibles cambios: la construcción de una hilera de pequeños garajes para coches, algún edificio nuevo o restaurado y las calles asfaltadas. Por lo demás igual. Hasta la gente con quien me iba encontrando se parecían a la gente de muchos años atrás.

El barrio de La Carbonera y la barriada del Palomar forman un conjunto urbano al comienzo del pequeño valle labrado por el riucu de la Casería Nueva, que luego, a medida que la calle se convierte en carretera; va subiendo de un modo bastante empinado hacia el monte densamente poblado de castaños, robles, acebos, avellanales, etc. En mi temprana infancia todavía era posible ver otro trenuco circulando en dirección valle arriba empujado por una maquina pequeña de vapor que pitaba como una condenada para perderse en dirección a una mina de monte no muy lejana. La vía bordeaba la ladera del monte y un poco más arriba de la vía había una casona solitaria que destacaba ya en aquel entonces y que sigue estando allí creo que abandonada. También era posible ver hileras o trenes de machos, burros, o mulos llevando mercancía diversa tal como ladrillos, cemento, pellejos de vino, de vinagre y lo que fuere, subiendo la calle de La Carbonera en dirección a la barriadona del Palomar, o, quizás para las aldeas mucho más lejos del Palomar; o, al llegar a un cruce de caminos antes de la barriada también podían haber tirado para las aldeas o barrios que se encaramaban en el monte a mano derecha y que allí siguen encaramados mirando hacia Nolan.

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