Ahora me aproximo a la casa-cueva donde a los pocos días de nacer vine a vivir. Ahora todo el escenario que voy a describir está cerrado con una valla gris lo suficientemente alta para no poder ver nada. Pero años atrás, y no hace muchos, se podía ver todo e incluso entrar y recordar in situ mi infancia. A veces la familia veníamos en peregrinación a Nolan para ver la casa-cueva de La Carbonera. “He aquí nuestros orígenes,” decíamos a nuestros chiquillos y entonces pasábamos a explorar la casa-cueva de antaño.
El número en que estaba situada la cueva era en realidad el número de una casa normal con planta y piso al que se subía por unas escaleras externas cuyos peldaños estaban cubiertos de azulejos rojos. El pasamanos era de hierro forjado y todo ello se veía adornado con macetas de geranios. Si bajabas la escalera, esta acababa en una portilla de madera verde, que a su vez daba entrada a una terraza soleada que se alargaba unos metros más allá rodeando media casa. El conjunto, recién construido, tuvo que haber sido hasta agradable en aquel contexto de expansión por la calle de La Carbonera hacia El Palomar. La dueña de la casa era una viuda que se llamaba Olga. La planta baja estaba ocupada por la hija de la dueña cuyo nombre no recuerdo;y, por una nieta, hija de esta, que se llamaba Nati. La planta de arriba estaba dividida en dos partes. Una parte estaba alquilada a la familia de mi tía abuela Marta, con su marido el relojero Salustiano y sus dos hijos ya mozos: Nolo y Karmo y en la otra mitad vivía Olga. Para subir a la primera planta se utilizaba la escalera de los geranios como he descrito; y, para entrar en la planta baja, se entraba por la terraza. La entrada a esta planta baja donde vivía la hija de Olga, se hacía por una puerta con dos ventanas laterales, todo de color marrón oscuro. Pero, el terreno o solar donde se había construido la casa, presentaba una cierta inclinación de pendiente en dirección al riuco de la Casería Nueva.
Hay que darse cuenta que la calle de La Carbonera discurre por un lateral del pequeño valle que forma el riuco. Entonces, la casa y la terraza de Olga al alargarse unos metros para abajo manteniendo su nivel horizontal, dejaba un espacio angular bajo la terraza que la señora, o su marido ya fallecido; o los dos, dieron pronta utilidad cerrándolo como un sótano y dejando una especie de camino en rampa para entrar. Pero también la casa dejaba un espacio-sótano de unos 25 metros cuadrados utilizables como tal. ¿Cómo utilizar estos sótanos? Pues, en lo tocante a la terraza, pronto se dividió la parte derecha de la entrada para habilitar una cuadra. Era una época en la que se usaban todavía mulos o machos para tiro o trabajo de transporte y una cuadra cercana venía de perlas para alguien. ¿Y el resto de espacio-sótano tanto de la terraza como de la casa? Bien. Esto requiere una hipótesis por mi parte. Detrás de la casa había una casona bastantes años más vieja que en su época debió de estar rodeada de huerta y que muchos años más tarde quedó abandonada y absorbida por la nueva planificación de La Carbonera y sus casas nuevas. Entonces esta casona quedó atrapada entre la casa de Olga y su terraza. Olga y su marido, por razones quizás de herencia, eran también los dueños de la casona. Así que considerando que era una época de escasez de viviendas y la demanda para encontrar un rincón con techo era considerable, pues a Olga o su difunto marido, se les ocurrió la brillante idea de “unir” una parte de la casona con los 25 metros cuadrados de sótano de la casa, haciendo un pasillo a cielo abierto y de esta forma todo el conjunto iba formando cuerpo para una posible vivienda o habitáculo que uniéndolo también al sótano de la terraza pues daba algo más de lóbrega amplitud al asunto. En este pasillo, en uno de sus extremos, se puso un fregadero o bañal que era el único caño de agua de la casa-sótano. Ya tenemos el cuadro formado de lo que luego resultó la casa-cueva donde a los pocos días de yo nacer fue el lugar donde empecé a crecer y a vivir.
Pero estas reformas arquitectónicas tan complicadas y pensadas para dar el máximo de rentabilidad a los rincones y espacios, requerían de un mínimo de lo mínimo de inversión. Muchas familias de esos años preferían vivir mejor bajo techo que no en la calle o dependiendo de padres o suegros. Entonces, que el suelo del sótano fuese de tierra, o que a la entrada del mismo y colindando con el sótano de la casa, que ahora pasaba a ser el dormitorio de toda la familia, hubiese una cuadra con un macho dando ocasionales coces o bramidos por las noches; era el mal menor. Aquella parte trasera de la vieja casona fue trasformada en cocina; mientras que el resto de esa misma casona cumplía otros cometidos ajenos totalmente a la vivienda. Sé que esto es complicado, pero sigamos. Hacia la mitad del sótano de suelo de tierra bajo unas escaleras que comunicaban la terraza con el sótano, se colocó una fría taza de váter sin tapa en un cuartucho húmedo y oscuro que cada vez que se hacían necesidades había que arrojar una palangana de agua para limpiarlo. En la zona del mismo sótano iluminado por unos ventanucos, había también instalado un pozo negro con una trampa de piedra, que mi padre limpiaba cada cierto tiempo colocando un trapo sobre la cara para protegerse de horrible olor fétido Pero el instinto práctico de Olga o su marido ya difunto, daba para bastante más. La parte final de la terraza se aprovechó también como caseta de ahumado de chorizos y morcillas que un carnicero algo afeminado llamado Prendes utilizaba para su negocio. La familia de Joaquín y Ofelia dieron por buena aquella casa-cueva con caseta de ahumado de morcillas incluida y cuadra de mulo o macho como vestíbulo. Allí nació su primer hijo Jacob y años más tarde a los dos días de nacer fui a vivir yo.
It sounds depressing today, but back them, all of this appeared perfectly normal.
ResponderEliminarThis is why we must laugh in the faces of those who are constantly wining for the POOR of today. And this is how we know that their agenda is a SCAM.
Kousinski